NICANOR PARRA: ANTIPOESÍA, PARODIAS Y LENGUAJES HÍBRIDOS(1)
(Homenaje con motivo de los 90 años del Anti-Poeta)
Adolfo Vásquez Rocca
Abstract Este artículo intenta dar cuenta de cómo, paralelamente a los cambios en las artes y las humanidades, y a veces operando directamente dentro de ellos, los discursos que tradicionalmente se situaban en el ámbito de la crítica cultural han sufrido una gran implosión. Las disciplinas antes rigurosamente separadas, de la historia del arte, la crítica literaria, la sociología, las ciencias políticas y la historia, comienzan a verse difuminadas en sus límites y a cruzarse en una particular clase de estudios híbridos y transversales, que ya no se podían asignar fácilmente a un dominio u otro. Dando lugar a un nuevo fenómeno discursivo, que sólo puede ser designado –genéricamente – como theory (teoría). La original forma de estos trabajos refleja, como veremos, la creciente textualización de sus objetos, lo que muestra un resurgimiento, aunque mucho más versátil, de la antigua práctica del "comentario"; género, que al igual que el "Discurso de sobremesa" Nicanor Parra, suscribe. En Parra tenemos uno de los ejemplos más sobresalientes de estos escritos deconstructivos, con su claro énfasis en la narratividad como instancia fundamental de la razón postmoderna.
El Proyecto de la Anti-poesía Una visión tipológica del arte, ahora acotada a la literatura contemporánea, permite observar que los géneros convencionales han perdido estabilidad y se han confundido con otros de naturaleza análoga o diferente, que han aparecido géneros y textos intermedios, confusos, ambiguos, híbridos, y que estos cambios se producen en interacción con géneros y discursos convencionalmente considerados no-literarios. Un fenómeno semejante se percibe en sectores científicos en relación con la literatura, donde estos hechos presentan rasgos de mayor intensidad y complejidad. La puesta en crisis y ruptura de los modelos canónicos de la literatura y del discurso mediante las estrategias de la parodia, la distorsión, la reproducción en serie, la mezcla, fusión o hibridismo de los textos y géneros dominantes y estables de la tradición, las variadas modalidades de la transtextualidad, etc., han roto o debilitado la naturaleza y los tipos de los textos conocidos, han diluido los límites y abierto las fronteras entre ellos, al mismo tiempo que han puesto en duda la influencia, el sentido y la validez de conceptos como verosimilitud, realismo, ficción, referente, veracidad, y su conexión necesaria con determinadas clases de oralidad, de escritura, y –finalmente– de lógica.
Precisamente la antipoesía es uno de los más claros ejemplos de los procesos de hibridación en la literatura, pero sin duda –según cabe aclarar – éste se corresponde con un proyecto mayor, que es el de la ampliación –alteración o trasgresión– de las normas de construcción discursiva propias de la condición postmoderna.
Nicanor Parra es uno de los primeros grandes descontentos de la modernidad. Lo ha sido de un modo radical y sistemático, poniendo en duda la racionalidad hegemónica de lo moderno en su mismo centro: el discurso humanista. Su poesía, por ello, no se deriva de ningún relato mayor: es más bien, la puesta en duda –sospecha– de todos los relatos totalizadores y sus agentes privilegiados; empezando por la poesía misma, siguiendo con el poeta y terminando con el lector o, al menos, con la lectura idealista de las sumas armónicas, y propiciando, en cambio, una práctica de sustracciones, que hacen del poema una actividad refleja, de reacciones simultáneas; gracias a las cuales se descuentan del lenguaje la sobrecarga interpretativa, las ataduras ideales y metafísicas, líricas y globalizantes, que mal explican la experiencia empírica, la vulnerable cotidianeidad.
Debido a su íntimo y definitorio anticonformismo, tanto Parra como su antipoesía, han cambiado el lenguaje rehaciendo no sólo el discurso propio sino los más estables relatos que dan cuenta al lector (la política, la religión, las ideologías consoladoras); con lo cual el carácter subversivo de su poética ha tenido, tanto un efecto corrosivo entre los discursos institucionales, como uno constructivo en el espacio siempre amenazado de una humanidad zozobrante, de un sentido común hecho de sabiduría popular y tradicional, de un diálogo a favor de los derechos del diálogo. Así, Parra ha ensayado otras formas apelativas en sus ecopoemas, en sus chistes (para desorientar a la policía tanto como a la poesía), en sus reapropiaciones de los lenguajes de la publicidad, de la política, de las jergas al uso, que utiliza para desmontar y descentrar a través de una práctica del ready made y de la parodia.
Nicanor Parra se ha valido del slogan publicitario o político, de la inscripción mural, del aviso luminoso, de la sentencia fulminante, del proverbio, del axioma científico, de la invectiva criolla. Los Artefactos poéticos, resumidos y cargados al máximo de cáustica ironía quieren provocar y lo logran. Prueba de su eficacia es la facilidad con que van pasando de boca en boca, de cartel en cartel, no obstante su carácter inédito.
Los hay de todas las especies. Invectivas políticas: "USA/ donde la libertad es una estatua". Reacciones políticas (porque los artefactos explotan en todas direcciones):"La palabrita pueblo/ ya me pone la carne de gallina". Salidas del energúmeno: "A mí no me para nadie/mi misión es salvar al mundo". Sentenciosas reflexiones: "Cultivar un jardín/ es ponerse la soga al pescuezo/ recomiendo vivir en pedregales". Proverbios: "De boca cerrada/ no salen moscas". Salidas de madre: "Vergüenza nacional/ tuve que eyacular en el vacío".
La idea conductora de estos experimentos verbales consiste en terminar con los "espacios literarios", con la complaciente convención del poeta-que-escribe-poesía y del lector-que-lee-poesía, taumatúrgicos personajes que se comunican en un ámbito cargado de aceptaciones tácitas, de señas literarias, de "cultura". El antipoeta quisiera terminar con la usanza poética, con la literatura, con toda impostación de voz, con todo esfuerzo de "composición" de un texto, aún el que incluían sus propios y corrosivos antipoemas, que, buscando ya esta depuración, entraban sin embargo, en la costumbre de los "desarrollos", del "estilo", de la "expresión", y otros "mitos" clásicos y románticos(3).
La poesía, desde ahora, consistirá en libres descargas vitales, y la misión del poeta no será tanto escribirla, como detectarla allí donde se produzca, en boca de cualquiera, en la conversación ordinaria al hilo de la vida real. La poesía no habitará ya en "los poemas", ni siquiera en los antipoemas, sino al contrario, en la vida silvestre y casi anónima del lenguaje: dondequiera que éste, en estado salvaje, coincida bruscamente y sin retóricas con la realidad mentada, ya sea en un discurso político, en una canción popular, en un aviso económico, en la interjección de un analfabeto, y sobre todo en esos "grafitti" donde una juventud rebelde estampa su protesta sobre los muros del establishment : "La imaginación al poder", "la muerte no tiene futuro". Es así como Parra, emancipándose de las categorías heredadas del gusto, del estilo y de la lírica, se sitúa en una perspectiva problematizadora, al instalar –como dispositivo desmantelador– su concepción estética, cuyos aspectos principales se refieren a la prescindencia de toda retórica, a la sustitución de un vocabulario poético gastado, por las expresiones coloquiales más comunes, entre las que no escasean ni la información periodística ni el léxico burocrático, en un contexto general que suele adoptar con frecuencia un carácter conversacional. Sin embargo, Parra consigue siempre sacar el mejor partido de las palabras, y la incorporación de aquellos elementos considerados durante mucho tiempo atrás como espurios, le permiten describir, cabalmente, los contenidos de la vida moderna.
Muy temprano, seguramente a partir de su contacto con los poetas ingleses en la década de los 40, Parra definió su poesía como un contradiscurso lírico, de entonaciones más bien urbanas, donde no habla el nerudiano yo heroico de la naturaleza gestándose, sino el sujeto moderno, irónico y sarcástico, cuyo monólogo fragmentario tiene la desnudez confesional de un documento clínico y la elaboración intelectual de una sátira de los usos del habla formalizada.
Parra emprende, de este modo, con la antipoesía el proyecto de una sistemática recuperación del habla empírica. Para ser una forma lúcida de la vida cotidiana, la poesía debía recobrar el habla que la enuncia(4). Así, frente a la afasia y en contra de la corriente discursiva, Parra pone en práctica una poética de la contra-dicción: la antipoesía a la vez que asume una impronta iconoclasta, actualiza la tradición, valiéndose de la sabiduría popular, de la oralidad y de la frase hecha, propia del discurso publicitario.
El antipoema viene a ser, así, una compleja estrategia formal que en su híbrida articulación no busca validarse por su filiación a linajes literarios particulares (o definidos) sino que más bien se articula como práctica estética retóricamente deconstructiva, su des-articulación discursiva, claramente postmoderna, que admite en su seno la irreverencia de la contradicción, aparece pues como un ejercicio (operación) de disyunciones frente a las voces al uso.
En una práctica de reapropiaciones y deconstrucciones, Parra hizo del poema un campo verbal de exploración, deslinde y reafirmación. Explora la textura de distintos espacios de ocurrencia de habla –la publicidad, los discursos de sobremesa, la conversación–; deslinda entre diversas formulaciones (registros) del habla poética (soliloquio, contrapunto, notación, canción); y reafirma la calidad temporal del coloquio, su instancia sensible, su articulación múltiple en el acto de la enunciación. Estos trabajos sobre la dicción dan a la antipoesía su textura compleja y dúctil, su temperatura (registro o tenor) coloquial, su fraseo paralelístico y oposicional, y su particular sentido del humor, sobrio y paradójico.
Naturalmente, estas nuevas prácticas, retóricas y estrategias de hibridación de los textos, exigen para sí una hermenéutica postmoderna, una metodología de la interpretación de estos discursos esotéricos. El texto o discurso antipoético no se considera aislado de los demás hechos textuales y no textuales que lo constituyen, sino en activa interrelación con ellos, articulando disciplinas, contextualizando datos, relacionando y tratando de darles sentido a elementos, situaciones y momentos históricos distintos, medios verbales y no verbales, literarios y de otras formas de discursividad, intentando conciliar de manera dinámica las contradicciones de un objeto constreñido entre la verdad y sus versiones, rehabilitando una forma plural de acercarse a la encrucijada de diferencias en medio de las que se encuentra el observador (de hoy), menos atento que perplejo, apremiado por la concurrencia de acontecimientos dispares en una misma ocasión; de esta manera, las reflexiones de la crítica intertextual o transtextual propician actitudes interdisciplinarias(5).
En la antipoesía de Parra, el idioma mismo parece tomar la palabra: pocas veces el español ha hablado con una duración rigurosa y, a la vez, fácil, con un fraseo de variación contrapuntística pero articulado, con una gestualidad oral fluida, con una prosodia tramada entre la sonoridad vocálica y la pauta espacial de los versos, con una liviana ironía del que habla sabiéndose escuchado, incluido y reconocido. Porque, en fin, éste es un soliloquio dramático que ocurre en el escenario de un diálogo, con la complicidad de una "tercera pared", que en este caso es la página, el lugar de la comedia del habla. Así, el soliloquio se resuelve en el diálogo de voces implicadas, en una conversación mayor que incluye al poema como la instancia reflexiva, pausa o testimonio, balance o recuento, que este operador del habla ejecuta en la página, en esa pauta de la oralidad que permite la escritura.
El habla de Parra viene de la elaborada dicción popular chilena, pero también de la rigurosa formulación de las matemáticas; de la primera tiene el subrayado irónico, la distancia crítica, ante la comedia retórica; de la otra, la formulación parabólica, que se hace contrastiva de la cotidianidad que registra. Pero, ¿cómo saberlo? Quizá el lenguaje único de Parra, sea también el sistema de registro más abierto que ha dado nuestra poesía: es capaz de incorporar los cambiantes lenguajes de este mundo, aprovechando sus aparatos retóricos que, aunque pasan por lo real, el poeta los maneja como repertorios discursivos.
Por lo anterior no debe sorprender que la antipoesía no haya quedado recluida en la marginalidad, como sucede por norma general con aquellas aventuras experimentales que intentan sustraerse al paradigma de producción y recepción de su época. De hecho fue a la inversa. Hoy podemos constatar sin dificultad cómo, a medida que transcurría el siglo XX, el mundo de las ideologías y sus modelos de sociedad se derrumbaban, y cómo el proceso tecnológico fue configurando paulatinamente un nuevo mapa psíquico y social, en fin, podemos constatar cómo, a medida que el mundo cultural modernista perdía cohesión y adherencia, empezó, lenta e inevitablemente, a recluirse en las instituciones. La antipoesía, por el contrario, día a día aparecía más saludable y vital, pero sobre todo, cada vez mostraba mayor plausibilidad en la diseminada y multiestética escena cultural de este fin de milenio.
La antipoesía ha terminado siendo la gran explicación de los márgenes teóricos: la demostración de que el imperativo ético de la desconstrucción (del desbasamiento de los edificios del logocentrismo normativo) ha perfeccionado sus estrategias y metodologías de lectura, relativizando los fundamentalismos y reinstaurando el coloquio de lo vivo en el ágora de los conjurados del sentido.
Más allá de lo inconfundible de su factura, nuestro interés en estos textos aquí, es más bien de orden crítico que estético, pues entre otras razones, se advierte que en ellos ya no dominan las categorías heredadas del gusto, el estilo, la lírica, etc., sino su problematización. Esta condición discursiva de la antipoesía es una de las que nos introduce en un mundo mucho más inquietante que el de la poesía heredada.
Actualmente Parra está ya en otro proyecto: escribir la página en blanco. Esta sería una poesía que, en la página, se borrase a sí misma hasta revelar el blanco que ocupa y que la expulsa. Ironía, otra vez, y crítica. Porque tampoco se trata de ir más allá de Beckett, cuya negatividad y pesimismo, reveladoramente, no comparte. El estoicismo irónico de Parra termina siempre, frente a todas las pruebas de la deshumanidad diaria, en reafirmaciones del tú en el poema; esto es, en las otras pruebas del acuerdo profundo de hablar para sobrevivir. Así, Parra ha escrito la comedia humana de la sobrevivencia en el lenguaje que nos dice y contradice.
Desde un laborioso trabajo con la tradición poética moderna, que lo emparenta con la voz descentradora de Baudelaire tanto como con la palabra confesional de Vallejo, con la vivacidad erótica del surrealismo como con el sentido común verbal de la poesía anglosajona; y luego de haber pasado por una etapa lorquiana y otra de poesía popular octosilábica, Parra encontró su mejor voz en lo que él mismo llamó el antipoema; sus antipoemas, en efecto, tienen una entonación no sólo anti-lírica y callejera sino también con recurso al absurdo y lo corrosivo. Actúan como parodias dentro del discurso establecido, con poderosa persuasión crítica y, a la vez, como poesía ganada al lenguaje de lo cotidiano capaz de devolverle la palabra al lector. Parra explora otras dicciones, siempre buscando hacer más específico el diálogo de la poesía con el lector actual a través de una poesía que, para él, debía cambiar su forma y su formato, su medio y su canal, su hablante y su mensaje. Así arriba a una poesía de formulas o epígrafes, que llamó artefactos, suerte de hai-kus urbanos, donde la síntesis crítica y el humor paradójico se unen en imágenes contrastantes, cáusticas y novedosas. Estos artefactos son como cargas explosivas activados dentro de los edificios retóricos.
La antipoesía aparece sepultando toda una herencia histórica, pero en otra, menos "visible", aparece construyendo silenciosamente un nuevo mundo simbólico y escritural. Sin duda que esta observación ayuda a explicarse por qué fue –precisamente – la antipoesía la que inició en nuestra lengua el camino de apertura a la deshomogenización y a la deconstrucción de la experiencia del lenguaje, situándonos ante los nuevos fenómenos de hibridación de los discursos, lo que convendremos en llamar nuevas retóricas de la postmodernidad.
Adolfo Vásquez Rocca es Doctor en Filosofía y profesor de la PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO.
(1) Un desarrollo completo de las ideas expuestas en este artículo será publicado próximamente por Ediciones Universitarias de Valparaíso y la P. UCV. bajo el título "La Postmodernidad y el programa de las vanguardias artísticas". ® 2005.
(2) Doctor © en Filosofía por la P. UCV., Postgrado en Estética y Pensamiento Contemporáneo en la Universidad Complutense de Madrid. / adolfovrocca@hotmail.com.
(3) VALENTE, Ignacio, "Los Artefactos de Parra", en El Mercurio, Santiago, 27 de septiembre de 1970.
(4) ORTEGA, Julio, Caja de Herramientas; Prácticas culturales para el nuevo siglo chileno, Ed. LOM, santiago, 2000, p.149.
(5) CARRASCO, Iván, Interdisciplinariedad, interculturalidad y canon en la poesía chilena e hispanoamericana actual, Estudios filológicos N. 37, Valdivia 2002, ISSN 0071-1713 versión impresa.
sábado, 4 de julio de 2009
NICANOR PARRA: ANTIPOESÍA, PARODIAS Y LENGUAJES HÍBRIDOS Por Adolfo Vásquez Rocca
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