SLOTERDIJK, Peter, ESFERAS II Capítulo 4. Ediciones Siruela, Madrid. Selección de Textos, Notas y Comentarios Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Vásquez Rocca, Adolfo, "Sloterdijk; espacio tanatológico, duelo esférico y disposición melancólica", LA LÁMPARA DE DIÓGENES: Revista de Filosofía. Número doble, Año 8, Números 14 y 15, Vol. 8, pp. 179—188. Enero - junio 2007 / Julio - diciembre 2007 | ISSN 1665-1448. (bi-annual) Seccion D, No. 16, Col. Unidad Gudalupe, Puebla, PUE. CP 72560, México; Revista registrada en PHILOSOPHER'S INDEX | website: http://www.ldiogenes.buap.mx/
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Resumen:
Se fundamenta la tesis de Sloterdijk según la cual el ser humano es el animal que ha de esperar y sobrevivir a las separaciones de sus próximos, se muestra luego como el verdadero trabajo del duelo, considerado desde el punto de vista psicohistórico, no significa en principio otra cosa que el esfuerzo de los supervivientes por colocar a sus muertos en un círculo de proximidad soportable. Para finalmente dar cuenta como la muerte no es sólo un poderoso estresor metafísico, sino a su vez, el estímulo propiamente creador de cultura y tradición, de donde se sigue que las culturas son funciones de las criptas sobre las que se asientan las generaciones de turno.
Palabras Claves:
Cultura, muerte, terapia, afectos, memoria, antropología, esferas, generaciones, historia, ritual, duelo, melancolía.
- El destino de todos los sistemas metafísicos de inmunidad se decide frente a la cuestión de si los seres abiertos al gran mundo, los seres humanos de la época de imperios y ciudades, consiguen dar plenamente el salto del autocobijo colectivo en comunidades ciudadanas fortificadas al autoaseguramiento individual, más allá de patrias ocasionales. Es de interés existencial para ellos saber con claridad si serán capaces de llegar a vivir una vida plena también en el extranjero más remoto: una cuestión cifrada para estos en la consideración de si ellos, los mortales, que dependen de una familia y están apegados a un suelo, podrían familiarizarse también con universo exterior. ¿Cuanto exilio es capaz de soportar el ser humano? ¿Cuanto desacostumbramiento de los primeros lugares necesita el alma capaz de pensar para recogerse en sí misma? ¿Cuanto desarraigamiento es necesario para hacerse sabio, es decir, resistente al destino? [p. 309].
Serán ciudadanos comerciantes – [viajantes de comercio], guerreros, marcados por viajes, derrotas, destierros, alfabetizados y ejercitados en la argumentación quienes lancen sus miradas escrutadoras por encima y más allá de los muros propios. Los primeros “seres humanos burgueses” saben mejor que nadie que también en otras partes viven gentes como ellos y que sólo se necesitarían unos pocos cambios triviales del destino para que fueran a parar al extranjero; la impotencia sigue a la vida autoafirmada, como la sombra al cuerpo iluminado. Una tempestad marina, un viaje fracasado, una guerra perdida podrían cambiarlo todo. Así pues, lo que se llama el extranjero, ¿realmente sólo hay que suponerlo fuera? ¿No han hecho pie hace mucho tiempo ya la muerte y la exterioridad en lo propio, en lo nuestro? Cuantas más experiencias [de Extrañamiento del mundo] hacen con la vida en ciudades falibles, tanto extrañas como familiares, los individuos que se mueven con mayor claridad van comprendiendo que tampoco la ciudad patria es capaz de satisfacer su anhelo de arraigo feliz. Si te sientes mal en ciudades extrañas, ello no habría de sorprenderte dado el estado de las cosas. Si te sientes mal en la tuya, es tiempo de meditar en la existencia en ciudades y en el-en-el mundo en general.
En ninguna parte en el Mundo Antiguo se produjo esta reflexión tan radicalmente y con mayor trascendencia que en Atenas postsocrática: la ciudad desmoralizada que había salido humillada, rota, confusa y persistentemente contaminada de las pruebas de los treinta años de guerra con Esparta. Los ciudadanos ...
Como descubrir un lugar donde las almas se recuperen de la peste local, de las maldades insanables y de las camarillas egoístas?
[311 - 312]
En su momento fundacional la filosofía sirvió de estación depuradora a la inteligencia traumatizada. Con su establecimiento ante las puertas de Atenas se creó una técnica de filtraje de atmósferas corrompidas. Como un médico que prescribe dietas y ejercicios, Platón recomendó a la ciudad perjura análisis lógicos y ejercicios de elevación anímica: el recuerdo es la mejor medicina del alma, pero no el recuerdo de lo que los modernos llaman experiencia, sino el de un saber uranio que remite a un tiempo anterior a historias y patrias. El genio psicagógico de Platón consistió en su capacidad de serenar y animar a las jóvenes almas que se agolpan en sus pláticas, haciéndolas participar en clarificaciones serias como ninguna, No había que dudar de que la Academia era el lugar más entretenido y más serio de la ciudad; en el se trasponían la comedia y la tragedia en una tonalidad lógica. Esa aclaración de la atmósfera de la ciudad habría de hacer historia .....[312 y 313]
Como agente inmobiliario de una nueva ontología, el filosofo hace publicidad entre sus conciudadanos para que participen en dar el paso de residir en el ser. [...] Vacunar la vida con la locura que se llama ser: gracias a esa operación el filósofo se arroga el derecho de presentarse en adelante como médico y auxiliar de mudanza de la vida cercada [la filosofía se habrá convertido así en un equipo de socorristas]; bajo la marca de un experto en otros lugares y en otro modo de residencia, en general, el filósofo se ofrece a la sociedad enajenada como médico especialista en enfermedades de cultura, sentido y lugar [Una especie de Arquitecto-terapeuta]. Según las alegorías de Sócrates [en el Teeteto -por ejemplo] su misión es la de asistir al parto de buenas ideas provenientes de malas circunstancias. Así como el judaísmo pos-babilónico había aprendido a vivir [inmersos] en asuntos teológicos fundamentales [muy] por encima de sus posibilidades, en tanto que, al volver del exilio y temblando de rabia, debilidad y asombro, elevó sin embargo a su Dios por encima de los dioses imperiales de las grandes potencias del entorno, así también el genio ateniense se hizo virulento filosóficamente en grado máximo, después que, recuperándose de la propia caída, coloniza el ser mismo como una Magna Graecia críptica. Desde entonces los filosófos residen en ciudades como huespedes, como si ya no vivieran realmente; la Academia, situada en las murallas de la ciudad, se convierte en escuela de un exilio metafórico, metafísico. Allí se ejercitan la transferencia y la sublimación como movimientos primarios de la vida consciente. En este gesto y en su reproductibilidad se fundan los inconmensurables éxitos de exportación de la escolástica ateniense.
Pensar significa mudarse allí donde no es posible ya ningún desarraigo. Así como toda vida ...
Como respuesta a estos trastornos de los sistemas políticos-existenciales de inmunidad, para cerrar brechas en los amurallamientos psíquicos [fortificaciones] y derrumbes en las cubiertas de la vida [asoladas] es que tanto profetas [fundadores de religiones], sacerdotes, y, por cierto, filósofos, desarrollan los procedimientos de curación [el arte médica].
Así, las llamadas “imágenes de mundo” [Cosmovisiones] de las grandes culturas surgieron de reparaciones agresivas hechas a las más antiguas concepciones mítico-animistas y religiosas del todo. De modo tal que por sus rasgos fundamentales espirituales, todas ellas representan ontologías terapéuticas, dado que en último término no tratan que la cuestión: cómo los individuos expuestos al peligro en las comunidades no compactas del gran mundo [desconcertado y desconcertante], puedan todavía sentirse cobijados, en un receptáculo conformador de orden máximo. De lo que se trata, en suma, en los grandes proyectos cosmológicos-sociales de las culturas antiguas, desde China hasta Grecia, es de la cuestión: cómo en las épocas turbulentas de la ciudad y el imperio los inquietos individuos aislados habían de arreglárselas para dar paso de la cosa pública humana falible a la ciudadanía imperecedera del universo. [317]
Selección de Textos Prof. Dr. Adolfo Vásquez Rocca
El metafísico animal de la ausencia.
El desarrollo sin precedentes de la música occidental sólo se puede comprender desde la necesidad de producir un sucedáneo de amplitud cultural convincente para el refugio perdido al que Sloterdijk refiere cuando describe nuestra condición de expatriados que el drama de la vida supone, ese forzoso y continuo abandono de los espacios íntimos en los que habitamos seguros, como nuestro impremeditado surgir y afrontar el mundo fuera del seno materno, extrañamiento difícilmente analizable por los restos de memoria prenatales, pero que nos acompaña con su eco sordo. Todos hemos habitado en el seno materno un continente desaparecido, una «íntima Atlántida» que se sumergió con el nacimiento, no en el espacio, desde luego, sino en el tiempo, por eso se necesita una arqueología de los niveles emocionales profundos.
A esto apunta Sloterdijk con su Trilogía Esferas [4] cuando comienza convocando los sentidos, las sensaciones y el entendimiento de lo cercano; aquello que la filosofía suele pasar por alto: el espacio vivido y vivenciado. La experiencia del espacio siempre es la experiencia primaria del existir. Siempre vivimos en espacios, en esferas, en atmósferas. Desde la primera esfera en la que estamos inmersos, con «la clausura en la madre», todos los espacios de vida humanos no son sino reminiscencias de esa caverna original siempre añorada de la primera esfera humana.
El hombre emerge como una utopía bio-ontológica que intenta -por medio de construcciones científicas, ideológicas y religiosas- recrear su original caverna confortable y protectora, las microesferas íntimas, de las parejas no eróticas, sino ontológicas, los gemelos, la relación feto-placenta, individuo y colectividad, alma y Dios, y también las grandes esferas o "úteros fantásticos para masas infantilizadas" que son los imperios o los Estados-nación. Unas estructuras políticas que se comunican como los paranoicos, imponiendo la forma patológica del monólogo: el paranoico habla con el otro en su propia mente.
Esferas comienza convocando los sentidos, las sensaciones y el entendimiento de lo cercano; aquello que la filosofía suele pasar por alto: el espacio vivido y vivenciado. La experiencia del espacio siempre es la experiencia primaria del existir. Siempre vivimos en espacios, en esferas, en atmósferas. Vivir es crear esferas. La díada “madre-hijo” es la primera formación esférica, llena de tonos y de espacios sonoros. Un lugar de cobijo donde comienza la solidaridad con entre los seres humanos, la madre, el núcleo de la familia, los grupos próximos y finalmente la cultura en la que se vive. Las historias amorosas y las comunidades solidarias no son sino la creación de espacios interiores para las emociones escindidas.
Desde la primera esfera en la que estamos inmersos, con “la clausura en la madre”, todos los espacios de vida humanos no son sino reminiscencias de esa caverna original siempre añorada de la primera esfera humana. Sloterdijk comienza así su relato desde la primera esfera en que estamos inmersos, con la “clausura de la madre”. Pertenece al drama de la vida el que siempre haya que abandonar espacios animados, en los que uno esta inmerso y seguro, sin saber si se va a encontrar en los nuevos un recambio habitable. El primer traslado, exilio o extrañamiento, el primer acto del drama, pues, sucede con el nacimiento. ¿Dónde venimos cuando venimos “al mundo”?, pregunta Sloterdijk. El modo de afrontar el mundo fuera del seno materno viene determinado de manera difícilmente analizable por los restos de memoria prenatales. Todos hemos habitado en el seno materno un continente desaparecido, una “íntima Atlántida” que se sumergió con el nacimiento, no en el espacio, desde luego, sino en el tiempo, por eso se necesita una arqueología de los niveles emocionales profundos.
El drama esferológico del desarrollo -la apertura a la historia comienza- en el instante en el que individuos que eran polos de un campo de dúplice unicidad salen de él a los mundos multipolares de adultos[5]. Cuando estalla la primera burbuja sufren irremisiblemente una especie de shock de transcolonización, un desenraizamiento existencial. Los seres humanos experimentan fascinados y tristes cómo entre cielo y tierra hay más cosas muertas y exteriores de las que puede soñar hacer suyas cualquier niño del mundo. Al despedirse los adolescentes del regazo materno les invaden magnitudes sin sujeto, externas, provocadoras e indómitas.
Todo concuerda, así pudo ser, piensa uno al leer estas seductoras narraciones de nuestro antiguo flotar en el líquido amniótico, de la elástica y suave angostura allí dentro, del espacio interior acústico, de la escucha fetal y del primer vínculo, del ahogo al nacer cuando falta el aire precisamente porque se accede de improviso a él. Se trata de sucesos extraños, de situaciones mediales tempranas que dejan huellas, ecos, resonancias que ni siquiera desaparecen cuando comenzamos a establecernos y delimitarnos como sujetos. En palabras de Robert Musil: “Ya no hay un ser humano entero frente a un mundo entero, sino un algo humano que se mueve en un líquido nutricio universal”[6]. En este sentido, cada uno es un medio: un ser de alta permeabilidad que necesita resolver los aspectos íntimos de su surgir en el mundo; la conformación de esferas dentro de sí mismo y entre los otros seres humanos. Vacío de sentido, con el tejado de su vieja casa derrumbado desde dentro, el hombre busca nuevas formas de reaseguramiento, nuevas pólizas, su habitación se constituye en la prolongación de su piel. Allí vive en el interior de una burbuja individualista en la que en apariencia no necesita recurrir al otro, creándose la ilusión de formar pareja consigo mismo.
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Peter Sloterdijk Introducción a Esferas por Adolfo Vásquez Rocca
Ver:
http://www.ucm.es/info/nomadas/17/avrocca_sloterdijk2.pdf
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