KATE MOSS AND THE ROLLING STONES
Una vez más, Kate Moss
salió a divertirse y terminó mal. La súpermodelo, de 39 años, asistió a
dos eventos: la inauguración de un nuevo local de Longchamp en Regent
Street y la fiesta de la revista W en un hotel londinense.
Al final de la noche, Kate terminó así:
Subida a un taxi, la modelo no pudo ni sostener la cabeza:
Para la ocasión, Kate eligió un extravagante: un minishort negro,
cortito y ajustado, con medias negras y una blusa negra, tapada hasta el
cuello, con una pequeña abertura. Eso sí: era casi transparente:
Lo acompañó con un cinturón que simulaba un lazo, una cartera azul y zapatos negros.
Para cubrirse, eligió un tapado plateado:
Adentro de la fiesta ya se veía que la noche no terminaría bien:
El glamour y la moda, junto con las indispensables gafas oscuras, quedaron atrás para Kate Moss, pues terminó dormida toda descompuesta tras una larga noche de copas y así fue sorprendida por los paparazzi.
10 millones de dólares anuales factura la modelo británica de 39 años, según la revista 'Forbes'
La top model británica
de 39 años fue captada subiéndose a un taxi desarreglada, algo
inestable en sus movimientos y recibiendo ayuda de una amiga para
mantenerse en pie.
La súpermodelo y esposa del rockero Jamie Hince, del grupo The Kills, quiso cumplir con las invitaciones que recibió, por lo que no se perdió ninguna fiesta de la Semana de la Moda en Londres: primero fue a la inauguración de un nuevo local de la marca de bolsos Longchamp en Regent Street, y luego a la exclusiva celebración de la revista W en un hotel de la capital del Reino Unido.
83-57-88 son sus medidas
En la noche londinense también se vio a la estrella de Hollywood, Zoe Saldana y al cantante de The Rolling Stones, Mick Jagger,
por lo que no habrá sido la única que bebió algunas copas de más, solo
que ella no fue precavida a la hora de retirarse del lugar y evitar
salir justo por donde aguardaban todos los fotógrafos.
Adolfo Vásquez Rocca - Doctor en Filosofía
ADOLFO VASQUEZ ROCCA
KATE MOSS
Kate Moss and The Rolling Stones
Adolfo Vásquez Rocca - Doctor en Filosofía
VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO
La moda en
la postmodernidad Deconstrucción del fenómeno fashion |
Adolfo Vásquez Rocca >>> CV |
La moda como espectáculo.
Relaciones entre individualismo, frivolidad y poder | Fashion y espectáculo | El cuerpo como experimento | La teatralidad de la vida social
| La desicononización del
símbolo | El
vestido. De lo estético a lo público |
Notas
El tema de la moda lejos de ser un asunto meramente banal constituye un documento estético sociológico que da clara cuenta de las sensibilidades de una época, en particular de la voluntad de ruptura e innovación o, por otra parte, de férreo conservadurismo, quedando definido el asunto del vestir como un asunto sustancialmente político. La moda ésta en la calle y por lo tanto es parte constitutiva de la res pública. Por ello, este artículo, al intentar dar cuenta del fenómeno fashion, supone ampliar la reflexión –más allá del asunto relativo al vestir– al contexto sociocultural y antropológico que supone.
La moda ha pasado
a formar parte de las preocupaciones políticas asociadas a la democratización.
La idea de que las sociedades contemporáneas se organizan bajo la ley
de la renovación imperativa, de la caducidad orquestada, de la imagen,
del reclamo espectacular y de la diferenciación marginal fue desarrollada
–principalmente– en Francia por autores situacionistas como Debord y los
teóricos más atentos a los fenómenos de la modernidad
tardía, los así llamados profetas de la postmodernidad, a saber
Lipovetsky y Braudrillard.
Por su
parte M. Kundera se concentra en la imagología, es decir, la capacidad
de creación de simulacros y sucedáneos, como el milagro materialista
de nuestro tiempo (1).
El devenir moda
de nuestras sociedades se identifica con la institucionalización del
consumo, la creación a gran escala de necesidades artificiales y a
la normalización e hipercontrol de la vida privada.
Desde el periodo de entreguerras,
con el surgimiento del “prêt à porter”, la moda del
vestir no ha hecho más que avanzar en un continuo proceso de democratización.
En este sentido, la moda es
un instrumento democrático que pretende lograr el consenso social,
un medio, por otro lado dudoso, pues bajo la apariencia de una gran pluralidad
y liberalidad genera una indiscutible homogeneidad.
La sociedad de consumo supone
la programación de lo cotidiano; manipula y determina la vida individual
y social en todos sus intersticios; todo se transforma en artificio e ilusión
al servicio del imaginario capitalista y de los intereses de las clases dominantes.
El imperio de la seducción y de la obsolescencia; el sistema fetichista
de la apariencia y alienación generalizada (2).
En las sociedades contemporáneas
las novedades se han abierto paso a golpes de botas de cuero. Una fantasía
individual, seguida por modelos anoréxicas, acompañadas de bandas
rock y andróginos super-star. La autonomía de esta estética
y de sus agentes sociales –los diseñadores– los nuevos gurús
del poder de las apariencias (J.P. Gaultier, Alexander McQueen, Vivienne Westwood,
John Galliano, etc.) han convertido el estreno de cada nueva colección
en uno de los eventos más distintivos de la sociedad del espectáculo,
en un fenómeno mediático que “pone en juego esa tensión
radical entre un aparente individualismo, y una sutil masificación
y alienación” (3).
El imperio de las marcas y el
desfile de quinceañeras uniformadas en todo el mundo, son grupos que
hacen de la moda “alternativa” otro objeto de consumo.
Por otra parte, cabe notar que,
paradojalmente, un exceso crítico frente
al carácter alienante de la moda, se convierte el mismo en una moda
–postura o impostura – para uso de la clase intelectual.
En algunos países se
usa la expresión una “mujer producida” para referirse a aquella que
ha fabricado o construido su imagen, ya sea con el maquillaje o el vestuario,
en definitiva por el claro acento de su “look”. La expresión “producción”
en este caso está asociada a los “productores” –de imagen– que se mueven
en el mundo del espectáculo.
Cuando la moda accede a la modernidad
se convierte en una empresa de creación –o producción– pero
también en espectáculo publicitario.
Frente a la alta costura surge
el “prêt–à–porter”, lo cual
no significó en absoluto una democratización de la moda, sino
más bien uniformidad o igualación de la apariencia; nuevos signos
más sutiles y matizados, especialmente firmas, cortes, tejidos, fibras,
continuaron asegurando las funciones de distinción y excelencia sociales.
La democratización significó una reducción de los signos
de diferenciación social, a criterios como la esbeltez, la juventud,
el sex-appeal, la comodidad, la naturalidad y cierto
minimalismo. La moda, en este sentido, no eliminó los signos de rango
social, sino que los reemplazó promoviendo referencias que valoraban
más los atributos de tipo más personal como los referidos, esbeltez,
juventud, etc.
Pese a lo anterior podemos citar
algunas estrategias para burlar estos nuevos imperativos. Andy Warhol en
Mi Filosofía... señala que decidió
“tener canas para que nadie pueda saber qué edad tenía y parecer
más joven de lo que los otros creyeran que sería” (4). Su argumento era que ganaba mucho volviéndose
canoso, pues todos se sorprenderían de lo joven que parecería
y se sacaría de encima la responsabilidad de actuar como un joven:
podría ocasionalmente caer en la excentricidad o en la senilidad y
nadie opinaría al respecto dado su cabello canoso. “Cuando tienes
canas –señala Warhol–, cada movimiento que haces parece joven y ágil
en lugar de ser sólo normal” (5). Así pues,
Warhol, se tiñó el pelo de blanco a los veinticuatro años.
Volviendo a nuestra reflexión
acerca de los cambios en los signos de status social promovidos por el imperio
de la seducción, debemos atender a las exigencias que la moda hace
al cuerpo, convirtiéndolo en un escenario de representación.
Estos cambios nos convierten
en “primitivos modernos”. No cesamos de forzar los límites naturales
del cuerpo para hacerlo más bello y deseable.
Según las culturas, se
forma o se deforma la anatomía en una serie de experiencias dolorosas,
que son parte integrante de nuestra civilización.
De todas las alteraciones corporales
el tatuaje es la más extendida. Los “primitivos modernos” imitan a
los auténticos primitivos inventando nuevos diseños que pueden
llegar a cubrir todo el cuerpo.
Al modo como cuando a una muchacha
de Etiopía se le introduce un disco de tierra cocida o de madera en
el labio inferior. Cuanto mayor es la superficie en forma de plato, más
bella y cara es la mujer. Al mismo tiempo ¿cuánto puede valer
una modelo occidental que se ha engrosado los labios con inyecciones de silicona?
Los Ibitoes de Nueva Guinea
valoran las cinturas angostas y para ello las comprimen con tiras de tela
y madera. En nuestra sociedad un talle muy fino ha constituido el ideal de
la belleza femenina.
Como se ve, al igual que el
arte, la moda sigue las leyes del progreso técnico y se hace autónoma
respecto a la belleza. Para el caso del vestir, por ejemplo, comprobamos
en la actualidad la autonomía del vestido respecto al cuerpo –el caso
tan conocido del tallaje– y respecto del diseño e incluso respecto
del vestir mismo: las últimas tendencias consisten justamente en deconstruir
el vestido (6).
En las fiestas
de máscaras, también especie de ceremonias rituales vigentes
aún en las sociedades contemporáneas, las personas parecen
haber elegido cuidadosamente su disfraz y esa noche aunque sólo sea
mientras dura la fiesta, serán aquello que siempre han querido ser.
Se han librado de su disfraz cotidiano –del aspecto habitual que llevan al
trabajo todos los días– y han decidido adoptar un aire seductor o
trasgresor. El estado final
de la metamorfosis es el personaje. Los simulados “punks” se han metamorfoseado
en auténticos transgresores porque a su careta (personaje) le están
permitidos todos los excesos que a ellos les están vetados. Una forma
atávica y ritual de liberarse de los miedos e inhibiciones.
Un espectador distanciado tendría
una curiosa sensación: la de que todo esto bien podría tratarse
de una reunión en un local de moda: una pasarela. Aunque desde una
óptica más antropológica, en las fiestas de máscaras
podríamos encontrar también –siguiendo nuestra híbrida
categoría del “primitivo moderno”– resonancias tribales.
La metamorfosis ha sido desde
siempre una de las obsesiones recurrentes del ser humano y a menudo representa,
de forma patente y brutal, el deseo implícito de subvertir lo establecido.
Asociado a ella se puede adivinar el engaño, la apariencia, en otras
palabras el disfraz.
Es necesario, sin embargo, distinguir
entre metamorfosis e imitación: la metamorfosis es percibir como propias
las características del otro, una posición cómoda de
usar y tirar.
Lo peligroso de todo disfraz
es que es posible acabar por encontrarse en la complicada y ambigua posición
del travestido.
La metamorfosis en un ser del
sexo contrario –o su imitación– es una de las más extendidas
en la historia de la humanidad (la más básica pareja de opuestos).
Se trata de esas mujeres con tacones altos y maquillajes exagerados, esos
hombres con barbas y brazos inundados de tatuajes –sin duda calcomanías
socorridas que mañana desaparecerán con agua –. Son las Marylyn’s y los marineros;
no son hombres ni son mujeres, son la esencia de lo masculino y lo femenino,
son lo narrativo del estereotipo.
Sin embargo, el estereotipo
es una categorización reducida a sus rasgos más grotescos, esto
es, a una caricatura. De modo que ser estereotipado es vivir una “identidad”
clausurada por la mirada generalizadora y etiquetadora del otro. Como dirá
Sartre “el otro es una mirada de la cual soy objeto” (7)
y a través de ella logro mi objetividad.
Nos vestimos al caer en la cuenta
de que estamos presentes ante otros, que son ajenos a nuestra (propia) interioridad.
Ante esa mirada del otro configuro mi exterioridad como expresión de
lo que soy. Esto nos enriquece, porque añade a nuestro ser corporal
nuevos significados que expresan la riqueza interior, dándole así
a nuestra apariencia (externa) una gran profundidad.
La constitución de nuestra
identidad, como intento mostrar, tiene lugar desde la alteridad, desde la
mirada del otro que me objetiva –que otorga consistencia a mi ser –, que me
convierte en espectáculo. Ante él estoy en escena, experimentando
las tortuosas exigencias de la teatralidad de la vida social.NOTAS
(2) DEBORD, Guy,
La sociedad del espectáculo, Ed. Pre –Textos,
Valencia, 1999, cap. II La mercancía como
espectáculo. P. 51 y sgtes.
(3) DEBOR, Guy,
La Sociedad
del Espectáculo, Ed. Pre–Textos, Valencia, 1999,
cap. VIII, La negación y el Consumo de la Cultura, p. 151 y sgtes.
(9) DE DIEGO, Estrella El andrógino sexuado, Ed. Visor, Colección La Balsa de la Medusa, 53, Madrid 1992,
p. 90.
(12)
VEBLEN, T, Veblen, T. (1995): Teoría
de la clase ociosa, Fondo de Cultura Económica, México (primera
edición 1899) p. 98.
Adolfo Vásquez Rocca - Doctor en Filosofía
BAUDRILLARD Por Adolfo Vásquez Rocca
- VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "JEAN BAUDRILLARD; DE LA METÁSTASIS DE LA IMAGEN A LA INCAUTACIÓN DE LO REAL",
En ARQCHILE.CL ©, Portal Latinoamericano de Arquitectura, ISSN
0718-431X, Concepción, ISSN 0718-431X Número 22, 2012 – <;;http://www.arqchile.cl/baudrillard.htm>
- VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “BAUDRILLARD; CULTURA, SIMULACRO Y RÉGIMEN DE MORTANDAD EN EL SISTEMA DE LOS OBJETOS”, En Cuaderno de Materiales, Nº 23, 2011, 705-714 / ISSN: 1139-4382, Universidad Complutense de Madrid UCM. http://www.filosofia.net/materiales/pdf23/CDM45.pdf
-
VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "BAUDRILLARD; DE LA METÁSTASIS DE LA IMAGEN A LA INCAUTACIÓN DE LO REAL", En EIKASIA. Revista de Filosofía, OVIEDO, ESPAÑA. ISSN 1885-5679, año II, Nº 11 (julio 2007) pp. 53-59.
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VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "BAUDRILLARD; DE LA METÁSTASIS DE LA IMAGEN A LA INCAUTACIÓN DE LO REAL", En EIKASIA. Revista de Filosofía, OVIEDO, ESPAÑA. ISSN 1885-5679, año II, Nº 11 (julio 2007) pp. 53-59.
<;;http://www.revistadefilosofia.com/11-02.pdf>
<;;http://www.revistadefilosofia.com/11-02.pdf>
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