Adolfo Vásquez Rocca
Doctor en Filosofía y Teoría del Arte
Es sabido que a Nietzsche las ideas de la compasión y de renuncia propias del cristianismo le resultan criticables. Lo que se explica, entre otras razones, por motivos de orden histórico: en la época en que vive Nietzsche, 1844-1889, domina una religiosidad oficial, institucionalizada, francamente inauténtica.
No debe olvidarse que en Nietzsche hay un cambio de actitud, una especie de inversión del pensamiento de Schopenhauer, pensamiento que le inspiró y del cual sólo conservaría su posición irracionalista, criticando el pesimismo metafísico que este comportaba. La obra de Schopenhauer es una obra fundamentalmente pesimista. En definitiva -además de unas raíces de hedonismo- es la abolición de la voluntad de vivir, es la manera de evitar el sufrimiento... Toda esa actitud ascética -de negación de la voluntad de vivir (la cual debe disolverse en el nirvana)- propugnada por Schopenhauer como vía ética de liberación del dolor inherente a la vida mediante el deseo siempre insatisfecho("la vida como dolor" - he ahí el pesimismo de Schopenahuer) es invertida por Nietzsche. Nietzsche en lugar de negar la voluntad de vivir, dirá que hay que afirmarla y convertirla en voluntad de poder.
Nietzsche por Adolfo Vásquez Rocca
Los modos ejemplares de ascetismo que combate Nietzsche –entendido aquel como severidad (austeridad autoflagelante) para con la propia vida– son identificados por Nietzsche, en la negación de la voluntad de vivir propia del pesimismo metafísico de Schopenhauer, y – en el desprecio escatológico por lo inmanente (inmediato)– propio de la tradición judeo-cristiana, representada (erróneamente) en la figura del Apóstol Pablo.
Nietzsche afirma lo que él llama la voluntad de poder. Los valores de exaltación de la vida ascendente, una afirmación del vigor, la fuerza y el poderío: de la voluntad de poder, dominio o apropiación que es, según Nietzsche, lo que caracteriza a todos los hombres en estado natural: el impulso a dominar. Toda voluntad es voluntad de poderío, de apropiación, pero esto es lo que la cultura occidental-cristiana ha trastocado a través de "la camisa de fuerza moral" que logra maniatar al fuerte para impedirle desplegar su fuerza (la cual se atrofia en desmedro de la especie hombre) y que actúa mediante la culpa y "la mala conciencia" que -según Nietzsche- la religión genera.
De allí que Nietzsche busque lo que él llama "la transmutación o transvaloración de todos los valores". Hay por tanto en él una voluntad de renovar las estimaciones dominantes y vigentes, a esto es a lo que llama la transvaloración. Como se ve hay una voluntad de renovación, de transformación, de cambio de sentido en la marcha de las ideas y en la visión general de la vida.
Arte Nihilismo y Filosofía por Adolfo Vásquez Rocca
Hay, por otra parte una crítica del cristianismo, desde el punto de vista de lo que él llama "el resentimiento". El resentimiento es un concepto fundamental en Nietzsche: él cree que el cristianismo es una actitud resentida.
Es en La genealogía de la moral donde Nietzsche utiliza el concepto de resentimiento. Un tipo superior de hombre crea sus propios valores partiendo de la abundancia de su vida y energía, de su voluntad de poder. El sumiso e impotente teme al fuerte y poderoso e intenta contenerlo y dominarlo afirmando como absolutos los valores del rebaño. “La rebelión de los esclavos en la moral comienza con el resentimiento, pasando a ser creativo y originando el nacimiento de valores.” Por supuesto este resentimiento no es abiertamente reconocido por el rebaño y puede actuar de modos indirectos y desviados (sublimación). Pero el psicólogo de la vida moral puede detectar y poner de relieve su presencia y sus complejos modos de acción.
Por tanto, lo que vemos en la historia de la moral es -según Nietzsche- el conflicto de dos actitudes morales. Desde el punto de vista del hombre superior, en cierto sentido podría darse la coexistencia de ambas. Esto es, podrían coexistir si el rebaño, incapaz de cualquier cosa superior, estuviera dispuesto a mantener sus valores para sí mismo. Pero, por supuesto, no quiere hacerlo. Intenta imponer universalmente sus valores. Y según Nietzsche, así sucedió, al menos en el occidente, en la cristiandad. Nietzsche no niega todo valor a la moral cristiana. Admite, por ejemplo, que ha contribuido al refinamiento del hombre. Pero ve en ella, al mismo tiempo, una expresión del resentimiento característico del instinto del rebaño, o moral de los esclavos. Y el mismo resentimiento es atribuido a los movimientos democráticos y socialistas que Nietzsche interpreta como consecuencias del cristianismo. Así para Nietzsche la moral del resentimiento es puramente negativa, reactiva; no existe sino en función de los valores que niega. El resentimiento convierte así las derrotas en éxitos, y se consuela en una venganza futura, en la declaración escatológica de que los mansos y los humildes tendrán su día de gloria.
Ahora bien, este ideal moral del hombre enérgico y vigoroso, en cierto modo implacable, se contrapone precisamente a la moral de la renuncia y de la compasión, esto le parece a Nietzsche una negación de la vida, su decadencia, a esto le llama el nihilismo, la disolución de los valores originales del hombre poderoso -del alto ejemplar- en la nada o si se quiere en la mediocridad, nivelando hacia abajo el tipo general humano.
Como se ve, en el fondo de la actitud de Nietzsche late un equívoco: porque él ve el cristianismo desde las formas sociales vigentes en la segunda mitad el siglo XIX. Formas que están ligadas a una serie de concepciones que no son ni propia ni auténticamente cristianas -sino más bien una expresión social y política deformada fruto de siglos de la influencia de la teología católica ascética, propia de monjes y monasterios, pero no de la vida abundante y plena que anuncia el verdadero Evangelio de Jesucristo.
Los cristianos no necesitan aceptar todas las críticas que Nietzsche ha realizado. Con todo, es respetable su pasión por la verdad, pero, a menudo, las verdades de Nietzsche son "verdades" a medias. Nietzsche no era un profundo conocedor de la teología y menos de la historia de la Iglesia primitiva; esto se deja ver en la imprecisión de alguna de sus más graves acusaciones. Muchos pasajes, sobre todo del Anticristo, de orientación histórico-exegética, son más escritos panfletarios -de contingencia- que serena investigación. Su lenguaje (de indignación y desprecio) pretende herir y humillar más que exponer o demostrar una idea. De allí que la obra salvo algunas lúcidas expresiones a las que haremos referencia deba ser entendido en su contexto como un exabrupto, una salida de tono, en donde, predominan las descalificaciones gratuitas y las generalidades injustas, todas impronta de un fanatismo anticristiano que enrarece el juicio y obnubila el análisis.
Nietzsche ve erróneamente la democracia -entendida como una tendencia igualitaria, que no permite al hombre poderoso, enérgico y creador ejercer su “legitimo derecho a imponerse” como una consecuencia del cristianismo. Por ello cree ver en el cristianismo una moral del rebaño, esto es, gregaria. Una igualdad que nivela hacia abajo los derechos y la dignidad moral.
El elemento de entrega, de abnegación, de compasión y de generosidad, por el cual el hombre se brinda a los demás, que es el sustrato de la riqueza espiritual del cristianismo -esto es- el ferviente amor, lleno de buenos frutos -como la mansedumbre- es mal interpretado por Nietzsche como señal de debilidad e impotencia.
Los últimos días de Nietzsche
Incluso Nietzsche, que fue el más feroz y agudo adversario que tuvo el Cristianismo histórico en la modernidad, no escapó a este destino de incomprensión. Y esto por cuanto el Cristianismo que conoció y combatió fue el Cristianismo histórico que no comprendió a Cristo”. En realidad parece probable que Nietzsche no haya distinguido entre las dos interpretaciones del mensaje de Cristo, que no haya comprendido la diferencia entre el “mensaje” de Cristo y el Cristianismo histórico: por ello resulta interesante a la vez que sorprendente el examen no sólo de su análisis del mensaje epistolar del apóstol Pablo, sino sobretodo, algunos textos de El anticristo, en los que muestra una comprensión profunda del mensaje cristiano (véase los capítulos XXXIII, XXXIV, y XXXV, que podrían sintetizarse en esta cita: “El Reino de los Cielos es un estado del corazón, no un estado fuera de la tierra o después de la muerte[ … ] El Reino de Dios no es una cosa que se espera, no tiene ayer ni mañana, no vendrá dentro de mil años, es una experiencia [cursivas mías] del corazón, está en todas partes y en ninguna”, lo que concuerda con Lucas, 17,20:"He aquí el reino de Dios esta entre vosotros". Podemos concluir que al parecer Nietzsche ataca al cristianismo porque este -en su concreción histórica- ha elegido lo contrario de todo lo que enseñó Jesús con su vida […]; y que Jesús se parece singularmente a lo que Nietzsche propugna como el ideal del Superhombre, ya que Él cree que la ‘letra’ mata y sólo el Espíritu vivifica, por lo tanto Jesús es -precisamente- un anti-intelectualista, una especie de irracionalista y vitalista aventajado, el cual no fija su pensamiento en fórmulas ni en una moral prescriptiva, sino en una fe viva. El problema no es el del bien o el mal en abstracto, sino el del tipo de hombres (la naturaleza del hombre), es decir no se trata de las acciones particulares, sino el del corazón del cual emanan o surgen dichas acciones y sentimientos, si no el Cristianismo sería sólo una cruzada de reforma moral, y sabemos bien que su programa o plan es mucho más ambicioso, supone la reforma completa del hombre, esto es, su conversión. La ‘luz’ que alumbra a todo hombre, la ‘verdad’ y la ‘vida’, se identifican con Cristo, de modo que fluyen de Él, siendo así el cristianismo una experiencia vívida más que una práctica monótona de una religión añosa y litúrgica, lo que inspira al cristianismo desde la reforma alemana protestante -así como lo que animó a la Iglesia primitiva, es más bien, una práctica extraña al mundo, sólo movida e inspirada por el Espíritu Santo, el cual se ha extendido a través del mundo como un cinturón de salvación, Iglesias que son faros en la oscuridad y que congregan a un conjunto de creyentes que con vigor se han propuesto emprender esa contramarcha del mundo que Cristo inició hace más de dos mil años junto al mar de Capernaum. Se trata como vemos de una contra-cultura cristiana, un movimiento especial y superabundante de gracia para estos tiempos de precariedad.
Nietzsche por Adolfo Vásquez Rocca
Cristo fue, en el decir de Nietzsche un "espíritu libre", pero cuando Él fue ejecutado, el Evangelio también "fue suspendido de la cruz" y murió con él: se trasformó en Iglesia, en odio y resentimiento contra todo lo noble y aristocrático.
Así que no es Cristo, sea cual sea su realidad histórica, el oponente de Nietzsche; no. Es Saulo de Tarso, convertido en el Apóstol Pablo, quien equívocamente para Nietzsche es el paradigma del sacerdote ascético, el enemigo feroz y oscuro de la vida, de la sensualidad, de la alegría de vivir. Pablo es el cruel torturador que impone atroces penitencias a cambio de una descolorida promesa. Por eso, Nietzsche escribe en la segunda escena: "El mundo verdadero no es accesible hoy; pero es prometido al sabio, al piadoso, al virtuoso (‘al pecador que hace penitencia’)”. La confusión se origina en una sobre-interpretación de aquel pasaje de 2 Corintios 12:10 donde Pablo declara: “por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Esto a oídos de Nietzsche suena como una glorificación de la debilidad y de la derrota como ideal ascético.
Arte Nihilismo y Filosofía por Adolfo Vásquez Rocca
Como bien observó Jaspers, para cada afirmación de Nietzsche podemos encontrar su contraria en sus mismas obras. De su fascinación por la figura de Cristo proceden estas palabras: "Cristo es el hombre más noble"; "El cristianismo auténtico, el originario, será posible en todos los tiempos.[...] sobre todo un ser distinto [...] Reducir el ser-cristiano, la cristiandad, a un tener-algo-por-verdadero, a un mero fenómeno de conciencia, significa negar la cristiandad. De hecho, no ha habido en absoluto cristianos". Jesús es en primer lugar el incrédulo y el ateo respecto a cualquier tipo de resentimiento, particularmente respecto al resentimiento de la iglesia, de los sacerdotes y de los teólogos. El mayor crítico que haya existido contra "los que se decían buenos y justos", contra el Sanedrín y la casta religiosa. "Ese anarquista santo, que -según se creía- incitaba al pueblo, a los excluidos y pecadores, a contradecir y denunciar la hipocresía de la "generación de víboras" con un lenguaje, según los evangelios, tan duro como el de Juan el Bautista a quien ya le había costado su cabeza; en el caso de Jesús no fue distinto, fue objeto de la acusación de sedición por parte del Imperio romano. Eso fue lo que le llevó a la cruz: la prueba de esto es la inscripción puesta en ella. Murió como un disidente político-espiritual , murió como debía morir alguien que se sabía superior a Cesar, aunque no intento sedición alguna, "a lo suyo venía pero el mundo no le conoció, habitó entre nosotros, y vimos su gloria, lleno de gracia y de verdad". Se podría llamar a Jesús -señala Nietzsche- "un espíritu libre, ninguna cosa fija le importaba: la palabra mata, todo lo que está fijo mata. La experiencia de vida, única que él conoce, se opone en él a toda especie de palabra, fórmula, ley y dogma".
No se trata, parece obvio decirlo, de cristianizar a Nietzsche, pero sí de seguir su compleja relación con el cristianismo, tanto con el cristianismo “histórico” , como con el cristianismo “originario”.
Para ello debemos observar -en segundo lugar- que la buena nueva, el reino de Dios que proclama Jesús, es para Nietzsche, lo contrario de todo trasmundo, que tanto criticó Nietzsche. El Reino de Dios es la vida verdadera, la vida eterna encontrada aquí y ahora: "No se la promete, está ahí, está dentro de vosotros: como vida en el amor, en el amor sin sustracción, ni exclusión, sin distancia". La buena nueva consiste cabalmente en que ya no hay antítesis; el reino de los cielos pertenece a los niños. "La fe de Jesús no se encoleriza, no censura, no se defiende: no lleva la espada [...]. No da pruebas de sí misma, ni con milagros, ni con premios y promesas; ella misma es en todo instante su milagro, su premio, su prueba, su reino de Dios". En tercer lugar contra toda voluntad de nada, contra toda contraposición entre eternidad y caducidad y toda asunción metafísica del Dios crucificado Nietzsche percibe la novedad del Dios cristiano. "Todo hombre puede ser hijo de Dios -Jesús no reclama nada para sí solo- en cuanto puede venir a ser hijo de Dios todo hombre es idéntico a otro". Esta es la novedad cristiana: que Jesús es igual a Dios. Los judíos no pueden entenderlo, se resisten a que alguien pueda ser llamado igual a Dios. La filiación divina es atribuida en el Antiguo Testamento a varias personas, pero ninguna pretende ser igual a Dios, ninguna se hizo llamar Hijo de Dios.
De allí que con el evangelio, con la “buena nueva”, quedaran abolidos los rituales sacerdotales propios del sistema ceremonial judaico, el cual se mostró ineficaz durante siglos a la hora de redimir a los hombres, de modo que ni los sacrificios ni la observancia de la Ley pueden poner al hombre en paz con Dios y con sus semejantes.
Cristo -que era más que un mensajero o un profeta era en realidad El Mensaje mismo, Dios manifestado en carne, murió tal como vivió, tal como enseñó, no sólo para “redimir a los hombres” -aunque esto fue lo más importante- sino para -además- mostrar como se ha de vivir. Lo que él legó a la humanidad es también una práctica: su comportamiento ante los jueces, ante los sayones, ante los acusadores y ante toda especie de calumnia y burla,- su comportamiento en la cruz. [...] Las palabras dichas al ladrón en la cruz contienen el evangelio entero: “Este ha sido en verdad un hombre divino, un “hijo de Dios”, dice el ladrón. “Si tú sientes eso- responde el Redentor - entonces estás en el paraíso, entonces también tú eres un hijo de Dios...”. No defenderse, no encolerizarse, no hacer responsable a nadie... Por el contrario, no oponer resistencia ni siquiera al malvado, amarlo..." Para Nietzsche la muerte de Jesús en la cruz es la máxima victoria contra el mundo del resentimiento, del nihilismo, de la invención de trasmundos y del afán de retribución. Su muerte en cruz no se agota en ser un un sacrificio expiatorio. por toda la humanidad, como de hecho lo es. Sino que constituye la puesta en escena del amor como única posibilidad de vida y salvación.
Nietzsche por Adolfo Vásquez Rocca
El origen del ateísmo de Nietzsche.
Las “maldiciones” de Nietzsche en contra del cristianismo, nos dice el reputado teólogo Hans Küng, provocaron reacciones aceleradas de defensa. Es fácil responder esta crítica que se presenta a los ojos del teólogo suizo como unilateral, injusta y desorbitada, con una descalificación a priori, personalizando y psicologizando su “caso”. No obstante, también se puede equiparar lo que hizo Nietzsche con lo que pasó con Feuerbach, Marx y Freud: tras toda su crítica, rechazo e indignación contra la religión se esconde un dramático destino personal. “Si la vida de estas tres grandes figuras de la historia universal nos infundía respeto, de la misma manera respetamos la vida de este hijo de pastor protestante, que sin reparar en costes rompe con todo lo que lo ata al pasado”. Que anda su camino filosófico con honestidad, sin huellas de oportunismo; que tiene pocos amigos y éstos parecen no comprenderle y, peor aún, lo ignoran como escritor. Pregunta Küng: ¿No se explica así la agresividad, el tono elevado y la dureza de corazón de que se va quedando cada vez más solo, aprisionado en un círculo de auto aislamiento? Sus supuestos amigos silencian su filosofía y las universidades apenas conocen de su existencia, esto hasta que décadas después Nietzsche,Heidegger lo sacará del anonimato y lo hiciera entrar en el canon de la filosofía.
18 Porque la pala
Adolfo Vásquez Rocca
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Universidad Andrés Bello
Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Teoría del Conocimiento y Pensamiento Contemporáneo. Áreas de Especialización: Antropología y Estética. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la PUCV, del Magíster en Etnopsicología, Escuela de Psicología PUCV, Profesor de Antropología y de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la UNAB. Profesor asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado. Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/. Secretario de Ejecutivo de PHILOSOPHICA, Revista del Instituto de Filosofía de la PUCV http://www.philosophica.ucv.cl/editorial.htm, Editor Asociado de Psikeba —Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires— http://www.psikeba.com.ar/, miembro del Consejo Editorial de Escaner Cultural —Revista de arte contemporáneo y nuevas tendencias— http://www.escaner.cl/ y Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo. | E-mail: adolfovrocca@gmail.com
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Nº 145 – 2008, pp. 45 a 64 - ISSN : 0211-1381
http://www.cuentayrazon.org/revista/pdf/145/Num145_006.pdf
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EN TORNO AL NIHILISMO Y LA 'CRÍTICA DE NIETZSCHE' AL CRISTIANISMO Por Adolfo Vásquez Rocca
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