Filosofía de la Ciencia - Arte y Epistemología por Adolfo Vásquez Rocca
“Nos hemos encontrado con una huella extraña en las playas de lo desconocido.
Hemos inventado una tras otra, las más profundas teorías tratando de explicar su origen.
Al fin, hemos podido determinar la criatura que dejó la huella, ¡y ved!: la huella es nuestra”.
Sir Arthur Eddington, Físico.
Paul K. Feyerabend; Etnografía cognitiva y Anarquismo Epistemológico.
Una visión científica disidente o el anarquismo epistemológico de Paul K. Feyerabend La ciencia del poder o el poder de la ciencia. Como bien apunta Ernesto Sábato, en Hombres y engranajes, entre los siglos XVIII y XIX se propagó en el mundo, a manera de nuevo fetichismo, una verdadera superstición acerca de la ciencia, ocasionada, quizá, por el problema de la verdad del conocimiento y el trauma ocasionado por una etapa de oscurantismo en la Edad Media, cuando el conocimiento se fundaba en sofismas, supuestos y supersticiones fanáticas elevadas a categorías de dogmas y axiomas incuestionables. Esto traería como consecuencia, la búsqueda y la reflexión acerca de cómo se podría lograr el conocimiento verdadero; entonces, fue inevitable: la ciencia pasó a convertirse en una nueva magia y el hombre promedio, el hombre de la calle, creía tanto más en ella cuanto menos iba comprendiéndola. Es más la humanidad, en su mayoría, estaba convencida de que, con su ayuda, la solución a los problemas que la aquejaban iba a llegar pronto. Es en ese mismo contexto que aparecen las figuras de culto, los científicos, gozando de la misma veneración que tuvieron, o tienen aún, los chamanes, brujos y sacerdotes. Veneraciones y reverencias propias, dicho sea de paso, de los débiles mentales.
«La única misión de la ciencia es iluminar la vida y no gobernarla»
Mijail Bakunin
Este hombre-ciencia se convirtió en un personaje discreto y mecanizado; pues, «a ciencia cierta», buena parte de las cosas que hay que hacer en física, biología o lógica (salvo gratos casos excepcionales o variaciones postmodernas pintorescas) es faena mecánica de pensamiento que puede ser ejecutada por cualquiera con un poco (o algunos años) de trabajo mecanizado. Se trabaja con un método, constriñéndose y recluyéndose en un campo de ocupación intelectual cada vez más estrecho, y ni siquiera es forzoso, para obtener abundantes resultados, poseer ideas rigurosas sobre el sentido de éste. Ortega y Gasset señalaba que la ciencia fue progresando, en buena parte, debido al trabajo de hombres absolutamente mediocres; que recluidos en la estrechez de su campo visual, consiguen en efecto, descubrir nuevos hechos y hacer avanzar su ciencia, que apenas conocen y con ella la enciclopedia del pensamiento que concienzudamente desconocen.
Con el transcurrir de los años, la ciencia formó un núcleo teórico difuso expresado por denominaciones genéricas como «física relativista» o «matemática conjuntista” y otro núcleo metodológico más difuso aún y relacionado más con instrumentos que con procedimientos (acelerador atómico, computador, etc.). Generalmente se le atribuyen ciertas cualidades como: universalidad sin limitaciones, carácter público intrasubjetivo, neutralidad valorativa, política e ideológica y hasta el mismo hecho de ser usada o aplicada susceptiblemente sin discriminaciones por la especie humana; todas y cada una cuestionadas.
Algunos filósofos, entre ellos Popper, han afirmado que la ciencia es esencialmente conocimiento público; pero en los hechos, la ciencia no es conocimiento público sino mas bien secreto muy bien administrado por los centros hegemónicos. Muchas veces se ha dicho que el científico sirve fundamentalmente a la humanidad, pero la verdad es que verdaderamente la ciencia, parida desde los mismos centros de poder, se usa principalmente para el bienestar de aquellos y para afianzar las relaciones de dominación que se ejercen sobre los países dominados y dependientes. Diría Marcuse: “La racionalidad técnica y científica y la manipulación están soldadas en nuevas formas de control social». Sólo el «buen burgués» estaba —y está— en la idea de que la misión de la ciencia era acabar con las guerras y hacerle la vida más cómoda; tal vez piense, asimismo, que la misión del arte es hacer felices y virtuosas a sus hijas.
Arte Filosofía y creatividad por Adolfo Vásquez Rocca
La gran gloria y la gran amenaza de la ciencia residen en que todo lo que en principio no es posible, se puede hacer si existen las tecno-condiciones y el suficiente empeño para hacerlo. Los científicos pueden regodearse en la gloria de sus logros; pero, en los tiempos actuales, la reacción más típica del común de las gentes consiste en temblar ante la amenaza.
A la sombra de la ciencia: Paul K. Feyerabend
Paul K. Feyerabend (1924-1994), epistemólogo anarquista, considerado anticientífico, pensador crítico, punzante, irónico y subversivo, en realidad — y exactamente— se trata de un disidente, consideró a varios colegas suyos como «medrosos roedores académicos, que ocultan su inseguridad detrás de una sombría defensa del status quo» y desarrolló agudas reflexiones sobre el papel de la ciencia en la sociedad contemporánea. Puso a la epistemología en tensión y la obligaría a revisar sus ropajes especializados, formales y exclusivamente académicos, enfrentando sin tregua ni contemplaciones a una tradición largamente respetada. «Nada es más peligroso para la razón que los vuelos de la imaginación», decía Hume y es que demostró, además de su competencia científica, grandes dotes de escritor y polemista.
Las ideas de Feyerabend, influenciado por Popper, Mill, Kuhn y Lakatos, comienzan a gestarse siendo profesor de Filosofía en la Universidad de California, Berkeley, y profesor de Filosofía de la ciencia en el Instituto Federal de Tecnología en Zurich. Investigó en física, astronomía y matemáticas. Su formación como físico y como filósofo se fue completando durante su estancia en Londres, pero lo decisivo para el desarrollo de sus ideas fue su práctica educativa en un medio plurirracial y multicultural. Cada fenómeno o problema que abordaba era para él una situación única y exclusiva que tenía que explicarse y esclarecerse de manera particular, no existían fronteras para su curiosidad y ningún tipo de «criterio» restringía su pensamiento: aceptaba la colaboración, en cualquier investigación particular, de pensamientos y emociones, fe y conocimientos. Feyerabend afirmaba que la idea de un método fijo, de una racionalidad fija surge de una visión del hombre demasiado ingenua, es así que propuso un pluralismo metodológico donde deberían buscarse propuestas alternativas.
Una propuesta de visiones, temperamentos y actitudes diferentes que den lugar a juicios y métodos de acercamiento diferentes donde solamente un principio pueda ser defendido bajo cualquier circunstancia: Todo vale. Estos principios fueron planteados básicamente en Contra el método y ampliados posteriormente en Adios a la razón. Feyerabend llegó a proponer un procedimiento contrainductivo, basado en la contradicción sistemática de teorías y resultados experimentales bien establecidos y aumentar el contenido empírico con la ayuda del principio de proliferación. Para esto el científico debería ser heterodoxo y proponer ideas contrapuestas, habría que ir contra el metodólogo que repite y aplica como esclavo los principios y declaraciones más recientes de los que dirigen la física, aunque al hacerlo, viole algunas —si no todas— de las reglas básicas de su propio oficio. Se debe proponer ideas distintas, recurriendo para ello, como fuente de inspiración, a lo que haga falta, incluso a teorías antiguas y desechadas, sin que importe para nada que hayan sido «falsadas empíricamente» en su tiempo o que, probablemente, tengan orígenes metafísicos, religiosos o míticos. La idea era buscar sistemas conceptuales que choquen con los datos experimentales aceptados, e incluso proponer nuevas formas de percepción del mundo, hasta entonces ignoradas. El científico haría uso de cuanto tenga a la mano: sugerencias heurísticas, concepciones del mundo, disparates metafísicos, restos y fragmentos de teorías abandonadas, etc.
Adolfo Vásquez Rocca
Bertrand Russell dijo, al respecto: “Incluso la cauta y paciente investigación científica de la verdad, que parece la antítesis de la rápida certidumbre del místico, puede ser fomentada y nutrida por el espíritu en que se mueve y vive el misticismo”. La infalibilidad del método científico fue confrontada por Feyerabend: “La idea de un método que contenga principios firmes, inalterables, y absolutamente obligatorios que rijan el quehacer científico tropieza con dificultades considerables al ser confrontada con los resultados de la investigación histórica. Descubrimos, entonces, que no hay una sola regla, por plausible que sea, y por firmemente basada que esté en la epistemología, que no sea infringida en una ocasión u otra”. El atomismo antiguo, la revolución copernicana, el atomismo moderno, la teoría ondulatoria de la luz y otras muchas surgieron, además, contraviniendo, explícita o implícitamente, reglas metodológicas generalmente aceptadas.
Finalmente la unidad de opinión no es deseable, salvo que resulte de la más libre y completa comparación de opiniones opuestas, y la diversidad no es un mal, sino un bien, la cual es necesaria no sólo para el avance del conocimiento sino también para el desarrollo de nuestra individualidad. Ortega y Gasset argumentaba, con fundamentada razón, que “el científico ha sido y es, como hombre, un monstruo, un maniático cuando no un demente”, y además resaltaba la notoria facilidad con que los científicos se han entregado siempre a las tiranías. Y Feyerabend lo corroboraba, para él la ciencia en un principio estuvo enfrentada a formas de pensamiento dogmáticas, a ciertas ideologías heredadas imperantes; pero, con el transcurrir del tiempo, una nueva ilustración se había configurado; y es que, en la actualidad, ésta (la ciencia) tiene todas las características de una religión, llamada cientifisismo. En los colegios, por ejemplo, la ciencia se enseña con el mismo valor de verdad que los dogmas de fe religiosos, sin alentar, en ningún caso, perspectivas más amplias de observar los fenómenos y las cosas, mientras que el adoctrinamiento en las universidades y centros de educación superior es mucho más sofisticado y riguroso y, por ende, sin ningún tipo de cuestionamiento a la actividad científica.
Feyerabend da cuenta de estas problemáticas, donde la ciencia se ha transformado y se ha asentado como verdad única, inalterable e infalible. No hay quien no le haga reverencias, lo cual le da libertad de proselitismo político y poder tecnocrático. Como toda religión institucionalizada y poderosa, también, no se le puede desligar del Estado; muchas veces, además, la ciencia se ha impuesto por la fuerza y no por el diálogo o el convencimiento como en el caso de los países no occidentales donde se llegó a exterminar otras muchas formas de saber. Feyerabend en La ciencia en una sociedad libre planteó que ésta (la sociedad libre) no se impone, sino que surgirá cuando la gente que resuelve problemas concretos colabore en su creación. Además afirma que la sociedad libre insiste en la separación entre la ciencia y el Estado. Las comunidades científicas o la “Iglesia Universal de la Razón y la Verdad y del Pensamiento Único” han perdido incluso su relativa autonomía de antaño en otras épocas históricas, ahora dependen de la gran industria, por una parte, y de la política científica del Estado correspondiente. Existe una ciencia aplicada que puede generar grandes beneficios económicos a la empresa patrocinadora o como en el caso de ciencia amarrada con el Estado que suele tender a priorizar determinadas líneas de investigación, dando lugar a que el progreso científico sólo vaya en algunas y determinadas direcciones. Científicos, técnicos y especialistas sirviendo como refrendos de las políticas de los Estados y las multinacionales.
Paul K. Feyerabend murió el 11 de febrero de 1994, a los 70 años, dejándonos una severa advertencia sobre el progresivo auge de la ciencia y de la tecnología y su influencia en las áreas más diversas del ser humano, sociales, políticas y hasta militares, en el futuro. Y esque pareciera predominar en aquellos campos (los científicos) una autosuficiencia flagrante, como cuando Mario Bunge responde frente a cuestionamientos sobre el arrollador avance científico y sus consecuencias político-sociales, manifestando vaga e irresponsablemente: «toda innovación tiene sus inconvenientes”. Cuando se trata de Chernobyl, el efecto invernadero, los envenenamientos de ríos y mares, Hiroshima y Nagasaki, u otros desastres ecológicos y sociales los científicos vacilan en sus respuestas. O callan. La ciencia oficial siempre pretenderá ser la portadora absoluta de la verdad absoluta dando cabida a nuevos cultos de instancias abstractas como el de la razón objetiva, por la cual se ha sacrificado mucho, en guerras y masacres demostrando ser tan represiva como la idea de la «verdad revelada», entonces no nos queda otra que transitar, como Feyerabend, los caminos de la racionalidad humana y despertar de ese letargo cientifista porque como dijo Cioran: “Frente al hombre abstracto, que piensa por el placer de pensar, se alza el hombre visceral, el pensador determinado por un desequilibrio vital que se sitúa más allá de las ciencias y del arte. Me gustan los pensamientos que conservan un aroma de sangre y de carne. Los hombres no han comprendido aún que la época de las preocupaciones superficiales e inteligentes se ha acabado y que el problema del sufrimiento es infinitamente mas revelador que el del silogismo, un grito de desesperación notoriamente más significativo que una observación sutil… ¿Por qué no dejamos de admitir el valor exclusivo de las verdades vivas?.
Etnografía Cognitiva en Feyerabend
La epistemología de Feyerabend desplaza la atención centrada en la dimensión racional de la ciencia para enfocarla en el contexto histórico y sociocultural. Su trabajo da -a veces- la impresión de un análisis ejecutado por un etnógrafo que se afana en comprender los elementos simbólicos y -en general- la forma de vida que han desarrollado los nativos del mundo occidental en la estructuración de una peculiar cosmovisión.
En la perspectiva de Feyerabend la ciencia es concebida como un estilo cognitivo coexistente con otras formas de comprender o pensar la realidad, que cuentan, igualmente, con originales modalidades de corroboración y ostentan idéntico rango epistemológico que la ciencia, porque -a su juicio- ningún estilo cognitivo posee superioridad intrínseca sobre sus rivales; sólo se podría adjudicar una calidad superior si arbitrariamente se opta por las pautas de evaluación de uno de ellos y, a continuación, se aplican tales criterios a los estilos alternativos. Obviamente el procedimiento garantizaría el triunfo del modo de conocer que se ha privilegiado, es decir: del que avala el poder y que, no necesariamente, es verdadero. Ciertamente esta posibilidad relatada tan esquemáticamente resulta algo burda, no obstante en eso consiste el etnocentrismo del que la practica científica, según su opinión, no es ajena.
El grado de éxito o fracaso de un estilo cognitivo sólo se puede establecer en función de sus propios parámetros y no existe ningún metacriterio “objetivo” (externo a los estilos) que permita evaluarlos. Lo que puede ser el éxito para un indígena que adhiere al animismo o para un gnóstico cuya convicción de que la materia es mera apariencia y el alma es auténtica realidad, sin duda diferirá mucho de la opinión que cifra el éxito en el afán de conquista que puede ir desde el dominio de la naturaleza hasta el sometimiento de sus semejantes. En palabras de Feyerabend: “La elección de un estilo (cognitivo), de una realidad, de una forma de verdad, incluyendo criterios de realidad y de racionalidad es la elección de un producto humano. Es un acto social, depende de la situación histórica”(9). Al interior de la cultura occidental la oposición de estilos se da, por ejemplo, entre ciencia, arte y religión; frente a otras culturas se verifica entre ciencia, chamanismo o animismo (que -de acuerdo al epistemólogo- no carecen de lógica como han pretendido sus detractores).
Feyerabend caracteriza el estilo cognitivo como una racionalidad especifica, históricamente identificable y definible por sus supuestos, su noción de verdad y realidad, su concepto del conocimiento posible, sus criterios de validación y sus mecanismos de adquisición y procesamiento de la información. En general -cada estilo cognitivo- tiene la pretensión de que la suya es la forma correcta de representar la realidad y esto se transparenta en la diversidad de significados que se puede encontrar para el uso de términos claves como “verdad” o “realidad”, cuya acepción especifica es parte de sus fundamentos subyacentes; de manera que la idea de la verdad prevalente orienta al investigador respecto de lo que hay que buscar por tal, e incluye los requisitos de su comprobación.
El antropólogo cultural E. S. Gleen indica que el enfoque de etnografía cognitiva utiliza la noción de estilo cognitivo para referirse a los métodos que utilizan los diversos grupos humanos en el procesamiento y la organización de la información disponible de acuerdo a sus necesidades y en correspondencia con las acciones que debe ejecutar sobre el medio ambiente. Las preguntas que debe resolver el etnógrafo cuando indaga sobre alguno de estos estilos son del siguiente tenor ¿Cómo piensan los hombres de esa cultura? ¿Cómo organizan la información que le llega bajo la forma de estimulaciones sensoriales? ¿Qué tipos de sucesos significativos, tales como pensamientos, imágenes, huellas mnémicas, llegan a elaborar? De acuerdo con Gleen, en la medida que los sujetos de una cultura comparten experiencias y educación, sus interpretaciones y elaboraciones mentales son similares y tienden a desarrollar estructuras cognitivas semejantes; una estructura cognitiva bien afiatada recibe la denominación de paradigma.
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Adolfo Vásquez Rocca
Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Teoría del Conocimiento y Pensamiento Contemporáneo. Áreas de Especialización: Antropología y Estética. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la PUCV, del Magíster en Etnopsicología, Escuela de Psicología PUCV, Profesor de Antropología y de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la UNAB. Profesor asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado. Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/. Secretario de Ejecutivo de PHILOSOPHICA, Revista del Instituto de Filosofía de la PUCV http://www.philosophica.ucv.cl/editorial.htm, Editor Asociado de Psikeba —Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires— http://www.psikeba.com.ar/, miembro del Consejo Editorial de Escaner Cultural —Revista de arte contemporáneo y nuevas tendencias— http://www.escaner.cl/ y Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo. | E-mail: adolfovrocca@gmail.com
FILOSOFÍA DE LA CIENCIA I; EPISTEMOLOGÍA DE POPPER A FEYERABEND Por Adolfo Vásquez Rocca
PETER SLOTERDIJK Libro de Adolfo Vasquez Rocca | Institución Alfons el Magnànim (IAM) Valencia 2008
Referencias de Autor
CV. Prof. Dr. Adolfo Vásquez Rocca
http://www.danoex.net/adolfovasquezrocca.html
Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Estética y Pensamiento Contemporáneo. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la PUCV, Profesor de Antropología y de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. En Octubre de 2006 y 2007 es invitado por la Fundación Hombre y Mundo y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias en México. Profesor visitante de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado UCM.
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La Institució Alfons el Magnànim (IAM)
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